jueves, 23 de enero de 2020

Lejos.

Me quedo mirándote fijamente. Hermosa. Pasas la mano por tu cabello hasta llegar al cuello mientras intentas masajearlo y haces una mueca extraña. Probablemente estás estresada. 

-Estás tensa- te digo y me coloco detrás de ti- ¿Puedo? 

Haces tu cabello hacia un lado y expones tu cuello. Inmensas ganas de besarlo. Me contengo. Comienzo a masajearte desde el cuello hasta los hombros. Sin darme cuenta, llevo mis manos a tus brazos, te acaricio y siento como se te eriza la piel. Tomas mis manos para ponerlas en tu cintura. Electricidad. 

-¿Por qué estás tan lejos? - me preguntas. 

-No lo sé - contesto, abrumada por el momento. 

Nos quedamos un momento así, sin decir nada, sin pensar en las consecuencias, con el silencio rodeándonos. 

-Te quiero- te suelto de repente. 

No dices nada. Quito mis manos de tu cintura. Te volteas y te abrazo lo más fuerte que puedo. Diez, veinte, treinta segundos. Un minuto o diez, no medimos el tiempo. 

-¿Por qué estás tan lejos?- repites. 

Sin contestar, te dejo ir. Lejos, la palabra retumba fuerte en mi mente. 



-Hay alguien cerca- digo sin más. 

sábado, 22 de octubre de 2016

Decisión Correcta

Me encontraba escribiendo una más de mis historias en mi cafetería favorita, enfrente de mi se encontraba un café, el vapor se veía salir de el, parecía lo suficientemente caliente como para quemarte la lengua. Lo que necesitaba para despertar completamente. 

Escuché la puerta, tenía los bordes inferiores oxidados y algo doblados, lo que provocaba que rasparan contra el piso e hicieran un ruido chirreante y fastidioso. Levanté la mirada de mis apuntes y la vi: El aire se atoró en mis pulmones, mi mente dejó de trabajar, sus ojos cafés se cruzaron por un segundo con los míos.

¡Dios mío!

Esperaba que eso hubiese sido una exclamación mental y no hubiera salido de mi boca. Era hermosa, de esas chicas que te cautivan con tan sólo mirarlas, que te quitan el aliento tal y como me había pasado, de esas que no se dan cuenta la atención que captan y que pueden hacer el mundo suyo con tan sólo una mirada...

Seguí sus pasos, se acercó a la caja y realizó su pedido, se mantuvo de pie esperando por él y yo, yo simplemente no podía quitarle la mirada de encima. Supongo que sus pensamientos se encontraban en algún otro lado, porque nunca se percató de mi mirada fija sobre ella. Recibió una bolsa de papel y lo que aparentemente era un vaso con café. Seguí de nuevo su ruta hacia la puerta, la vi salir y no pude detenerme, tomé mis cosas, dejé el dinero del café y salí detrás de ella. 

Me encontré con el calor de la ciudad, volteé a ver para ambos lados y no logré visualizarla, tomé dirección hacia la derecha y comencé a correr todo lo que mis piernas podían. El sudor cubría mi frente, llegué a una esquina, me detuve, observé de nuevo para todos lados y no la vi. Suspiré decepcionada.

Comencé a ir todos los días a la misma cafetería con la esperanza de encontrarla de nuevo, sin embargo mis esperanzas se iban agotando con el pasar de los días y no tener éxito. En un día de tantos, mientras tomaba un café y observaba por una de las ventanas, escuché la puerta, como había acostumbrado en esos días, volteé a ver a la persona que entraba y el aire se volvió a atorar en mis pulmones, con la impresión solté la taza de café y se derramó sobre la mesa. El ruido que hizo la taza al caer, hizo que ella mirara hacia donde me encontraba. Sin saber muy bien que hacer, me puse de pie mientras uno de los meseros intentaba limpiar el desastre que había provocado. Me acerqué hacia donde se encontraba, con las manos temblorosas y sudando a pesar del aire acondicionado del local. Sentía su mirada sobre mi, supongo porque estaba pensando en lo torpe que había sido al tirar mi café. 

-Hola- murmuré.

-Hola- me contestó ella. Y me sonó a gloria, porque su voz era angelical, podría haber muerto en ese preciso instante, y haberlo hecho feliz porque tan sólo escucharla había hecho que mi corazón latiera con fuerza.

-Ha sido una completa torpeza de mi parte ¿no?-

-A cualquiera puede ocurrirle- contestó con una sonrisa amable.

Le hice un par de preguntas como lo hubiera hecho cualquiera, cuál era su nombre, su edad, a que se dedicaba y otras cosas tan básicas. Su voz podía mantener hipnotizado a cualquiera, así como lo estaba yo. Continuamos hablando por un par de minutos y tras recibir su pedido, se excusó porque tenía que irse. Le pedí su número para mantenernos en contacto sin una razón en específico, extrañamente aceptó dármelo.

Durante un tiempo, mantuvimos conversaciones por medio del teléfono, en otras ocasiones coincidíamos en la cafetería y platicábamos un par de minutos, los minutos más gratificantes de mi día a decir verdad. Siempre había algo nuevo que comentar, o incluso si no había nada que decir, era demasiado bueno hablar con ella.

En alguna ocasión, decidí invitarla a salir con un par de amigos. Se las presenté y se llevaron bastante bien. En mi opinión, era tan hermosa por fuera como por dentro que difícilmente podría caerle mal a alguien. Un amigo, con el que había congeniado bastante, pasó un buen rato hablando con ella esa vez. Eso me alegraba porque significaba que si tenía oportunidad, no tendría problemas con que les cayera mal. 

Seguíamos hablando bastante seguido, sin embargo, notaba que hacía muchas preguntas en relación a mi amigo. Qué le gustaba, cómo era su forma de ser, si lo veía seguido, etcétera. Lo dejé pasar, supongo que se habían llevado muy bien y sólo quería conocerle mejor. 

Pero un día me contó algo que me quebró por completo: gustaba de mi amigo. Me lo había confesado en una de las tantas conversaciones que teníamos. No supe como reaccionar y lo más que pude decir es que tenía que irme, que quizás otro día podíamos retomar la conversación.

Diariamente me debatía entre lo que sentía y lo que era correcto para ella. La veía tan emocionada cada que averiguaba algo sobre él, sonreía y yo no era capaz de quitarle esa sonrisa por nada del mundo, porque esa sonrisa me hacía muy feliz. 

Un día tomé una decisión, era lo mejor para ella, para mi y para él también. Los invité a la misma cafetería en que yo la había conocido. Los dos aceptaron sin saber que los había invitado a ambos. 

Mientras veía desde el otro lado de la calle como mi amigo llegaba al local, le envié un mensaje diciéndole que no iba a poder asistir porque había tenido un contratiempo. Ella había llegado unos cinco minutos antes y se encontraba esperando en una mesa. A través de la ventana de la cafetería, observé su cara de sorpresa y su sonrisa tan genuina al verlo que pensé que definitivamente había tomado la decisión correcta. Al momento de verlo se levantó de su lugar y lo abrazó. El correspondió el abrazo. Sabía que él también estaba emocionado de verla. Vi como ambos tomaron lugar en la mesa y comenzaron a platicar supongo que de algún tema divertido porque ambos reían como si fuera lo más gracioso del mundo. Permanecí ahí durante quince minutos y no soporté más.


La sonrisa en sus labios me daba la tranquilidad de haber tomado la mejor decisión. Comencé a caminar con un par de lágrimas recorriendo mis mejillas, la quería pero era lo mejor. Lo habría hecho de nuevo, su felicidad siempre sería la mía. 

viernes, 26 de agosto de 2016

Tempestad

En un lío de sábanas, piernas enredadas, con la ropa tirada alrededor de la habitación, con la luz del sol colándose por la ventana. el recuerdo de la noche anterior con miradas cargadas de pasión, besos que te dejan sin aliento, sonidos de fricción entre dos cuerpos que se desean. Admiraba su belleza, memorizando cada detalle de su piel, de su alma, todo después de que las imágenes de la noche anterior se reprodujeran en mi cabeza. Hermosa, inteligente,bondadosa, no podía pedir más.  Pero tan sólo una fantasía. Tenía dueño y en definitiva no era yo. 

Yo era el dueño de su corazón, pero él, él tenía la gran suerte de presumirla suya delante de los demás. 

A pesar de todos mis esfuerzos por seguir adelante, no podré, porque sé que es ella. La única persona en el mundo que puede eliminar las lágrimas que escurren por mi rostro, sin embargo, la misma que las provoca. Amoris vulnum ídem sanat qui facit. (La herida de amor la cura el mismo que la provoca)

Tantas veces que me había pedido que me alejara, y era ella quien sucumbía ante lo nuestro. El más reciente de nuestros encuentros clandestinos tenía una razón de ser, el detonante de nuestra relación, la bomba que probablemente terminaría con nuestro dolor o quizás lo haría peor: su boda. Una fecha que debería ser felicidad para ella, y para mi, su mejor amigo, también. Debería estar apoyándola, deseándole lo mejor, pero yo era el hombre que la amaba más que a su propia vida, el que tenía que ver como llegaba al altar del brazo de otro, el que tiene que ver como dirá "si, acepto" a pesar de saber que su corazón me pertenecía. 

En este momento, estaba disfrutando del que sería, muy probablemente, nuestro último encuentro: la despedida. El tan sólo pensarlo se me hacía añicos el corazón.

Su vestido. Blanco. El pobre tipo, mi mejor amigo, con el que crecí y él que tantas veces me contó con tanta ilusión lo mucho que la amaba, lloraba al ver a su futura esposa llegar al altar. Y yo también tenía ganas de llorar, porque de él sería la mujer que tiene mi corazón, la única que puede hacerme feliz, pero sé que a él también. 


Estaba tan sumido en mis pensamientos que no me di cuenta cuando llegó el momento en que recitarían sus votos. Ella me observó fijamente, y su mirada me decía tanto: que lo sentía, que me amaba pero que no podíamos hacerlo infeliz a él. Sin quitarle la mirada de encima, dando un último suspiro, con el alma a punto de romperse, escuché su "acepto". En ese instante supe que la había perdido, que nunca más seríamos lo que alguna vez fuimos.

M. Zubieta ©

domingo, 8 de mayo de 2016

She isn't mine

Ella es hermosa. Tenía los ojos más lindos que en mi vida había visto y quizás la sonrisa más bella que pude haber conocido. Podría pasar miles de horas simplemente escuchándola, hablar de todo o nada, observando su sonrisa de la que estaba locamente enamorada, aunque ella no lo supiera. Me perdí en mis pensamientos y dejé de escuchar un rato la historia que me estaba contando. Miré fijamente sus labios, esos que quería comerme a besos. 

-¿En qué tanto piensas y qué tanto me miras?- me preguntó sacándome de mis ensoñaciones. 

Sonreí tontamente y le coloqué un mechón de cabello tras la oreja. 

-Nada. Simplemente que eres hermosa- contesté. Se sonrojó completamente y eso me hizo sonreír aún más. Me gustaba provocar ese tipo de cosas en ella. 

-Ven- le dije y tomé su mano, la jalé hacía mi, la abracé y le di un beso en la frente.

Después, me bajé del muro en el cual me encontraba sentada y sin soltar su mano, comenzamos a caminar, a platicar de todo y nada, y yo no podía dejar de verla, memorizaba cada detalle, desde la forma en que sonreía cuando le decía alguna tontería, hasta el pequeño movimiento que realizaba con sus cejas cuando se quedaba pensando en algo. Era maravillosa, una bendición en mi vida. 

Luego de tanto caminar, estaba atardeciendo y tras encontrarnos con un pequeño parque, decidimos sentarnos un rato en el pasto. Ella se colocó entre mis piernas y la abracé como si la vida se me fuera en ello. Dejaba besos sobre su cabello y acariciaba sus manos que estaban junto con las mías mientras la sostenía desde atrás. Mientras hacía eso, me quedé pensando en lo bueno que sería si toda esta situación fuera nuestra realidad. La conocía hace poco, pero parecía que era todo lo contrario, que la había conocido de toda una vida. La quería tanto que a veces era inevitable no rabiar en contra del tiempo y preguntarme por qué no había llegado antes a su vida. 

Entretanto que seguía abrazándola y estaba perdida entre mis pensamientos, volteó a verme y sin que lo esperara y sorprendiéndome, dejó un beso en mi mejilla. 

-Te quiero- me dijo en un susurro mientras apartaba sus labios de mi mejilla. 

Me quedé observándola y me pregunté como había podido estar tanto tiempo sin abrazarla, sin besar su frente, sin tomar su mano, en fin, sin ella. 

-Te quiero más- le respondí dejando un beso sobre sus cabellos. 

Y esa fue la señal para regresar a la realidad. Nos levantamos y decidí acompañarla hasta su casa, me despedí de ella con un beso en la mejilla aunque deseara con todo mi ser que hubiera sido en sus labios. Le di un último abrazo y le desee buenas noches. La iba a extrañar.


Comencé a caminar, divagando. Ojalá hubiese llegado antes. La quería mucho y era inevitable no frustrarme, porque había una verdad, y en esa verdad no había cabida para mi amor, yo sólo obtenía un par de tardes con ella, un par de besos en la mejilla, unos cuantos "te quiero", un par de sonrisas, unos cuantos abrazos, en fin, sólo un "par" y "unos cuantos". Existía alguien, alguien que podía besarla, abrazarla, verla sonreír, amarla sin tiempo ni restricciones. "No es tuya" me dije a mi misma y continúe caminando mientras afrontaba la cruda realidad. 




María Zubieta ©

jueves, 28 de abril de 2016

Not enough.

Él, la observa desde la cama, entre sábanas revueltas, con vestigios de la noche anterior. Analiza los detalles de su cuerpo, su belleza que a él le parece incomparable.

Ella, camina por toda la habitación, desnuda, orgullosa de las miradas furtivas que él le otorga.

Se desean, se aman, y a escondidas no lo reprimen, pero saben que serían condenados al infierno por la gente si esta se enterara.

Él la abraza desde atrás, pone sus manos en esa cintura que ha recorrido miles de veces la noche anterior, besa la curvatura de su cuello, aspira su aroma, la mira por el espejo, ella le regresa la mirada y sonríe tristemente. Quita con delicadeza las manos de él de su cintura y camina hacia el baño. Él se da cuenta que es el final, al menos por hoy.

En la universidad, ella no lo mira, lo ignora, incluso intenta no encontrarse en el mismo espacio y respirar el mismo oxígeno que él.

Él sólo la observa desde un rincón, memoriza la forma en que aparta su cabello cuando le estorba, como muerde el lápiz cuando está nerviosa, el meneo de sus caderas al caminar, le es imposible concentrarse en clase cuando la tiene enfrente.

Al final del día, él ha decidido decirle lo que siente, que no puede seguir ocultándolo y necesita más que un par de noches el fin de semana para amarla. La enfrenta, le dice que lo que ocurre con sus sentimientos, lo que le provoca cada vez que la ve, que la besa, que ama su cuerpo, que ese sentimiento provocado por ella va más allá de lo que creía, y que no pueden seguir fingiendo delante del resto. Ella le pide paciencia, tiempo, y tiempo es lo que menos tienen. Él no entiende ninguno de sus argumentos, le pide que lo mire a los ojos y le diga que no le quiere. Ella lo observa como le pidió, y sin decir palabra alguna, algo se rompe entre los dos.



Ellos saben que no volverán a ser una simple maestra y un alumno, saben que donde hubo fuego cenizas quedan, pero también saben que a ella el miedo la corrompe y a él, el juego de las escondidas ya no le es suficiente.

María Zubieta ©

domingo, 24 de abril de 2016

Mi nombre en tus labios.

Había una reunión en casa de los padres de mi novia, y yo estaba invitado. No podía rechazar la invitación, aunque miles de pretextos habían pasado por mi cabeza. Iba a estar ELLA y sabía que había más del 90% de posibilidades de cagarla y caer de nuevo.

Estaba arreglándome para ir hacía lo que a mi me gusta llamar mi tortura personal. No iba nada formal, aunque si decente. Busqué las llaves del auto y partí hacia la casa de mi novia.

Mientras conducía y comenzaba a acercarme a mi destino sentí que las manos me sudaban y mi cuerpo empezaba a ponerse tenso por la situación. Mi novia no sabía toda la historia con ELLA, pero fue quien me había sacado del agujero en el que estaba... O al menos eso creía.

Estacioné enfrente de la casa, y me bajé del auto. Recorrí el camino hacia la puerta con demasiado nerviosismo. Mis piernas se movían mecánicamente. Toqué dos veces y esperé que alguien abriera. Rogué por todos los dioses existentes y no existentes también que ELLA no fuera la que se encontrara detrás de esa puerta.

Pero mis plegarias no fueron escuchadas. Ahí estaba, mirándome con esos ojos cafés tan penetrantes que seguían enloquecíéndome. Nuestras miradas conectaron, luego mi mirada se dirigió a sus labios y fue inevitable no pensar en las miles de veces que los probé y las mil veces más que mi nombre salió de ellos, como llamado, suspiro e incluso como gemido.

Mi novia apareció para rescatarme del incómodo momento.

-¡Por fin llegaste! Vamos, todos están en el patio trasero esperando-

Tomó mi mano y prácticamente me arrastró. Yo aún seguía shockeado con la situación. Pasé a un costado de ELLA y sentí su aroma. Definitivamente estaba perdido esta tarde.

Aparentemente nadie se daba cuenta de la tensión que había entre ELLA y yo. Sentía su mirada fija en mí y yo, entre ratos, también la miraba. Quedaba claro que aún no había pasado de página a pesar del tiempo transcurrido.

Tenía que escapar un momento del problema, así que le dije a mi novia que iría dentro por un vaso de agua y de paso también al baño. Sentí como ELLA me siguió con la mirada y prácticamente salí corriendo de ahí.

Llegué al baño, me miré en el espejo y le pregunté a mi reflejo "¿Qué estás haciendo?". Suspiré y mojé un poco mi cara y mi cuello. Salí del baño y ahí estaba. Mi tormento. ELLA.

Me observó y yo simplemente me quedé estático en mi lugar. Me dijo "Hola" y yo simplemente no respondí. No me movía, incluso creo que no respiraba.

Tomó mi mano y me llevó con ella a la habitación más cercana. La situación me parecía completamente irreal. Puso seguro a la puerta de la habitación, soltó mi mano y yo aún seguía sin hacer ni decir nada.

Comenzó a caminar por la habitación nerviosamente y yo sólo la seguía con la vista. De repente se detuvo frente a mi. Suspiró.

-Sé que no quieres hablar conmigo por todo lo que ha ocurrido y has estado esquivándome pero yo necesito hablar conti...-

Y no la dejé terminar porque eliminé la distancia entre los dos y la besé. Volví a probar esos labios que aún deseaba tanto. Al principio no respondió pero luego puso sus brazos alrededor de mi cuello y se dejó llevar.

Nos separamos cuando el aire se terminó, y nuestras frentes quedaron pegadas. Yo tenía los ojos cerrados y en mi mente sólo un "¿Qué has hecho, estúpido?"

-No puedo, no puedo seguir fingiendo que estoy bien con alguien más cuando lo único que deseo es que seas tú.- le dije.

ELLA no respondió nada. La abracé a mi pecho y sentí sus lágrimas mojar mi camisa.

-Te amo- le dije mientras dejaba un beso en su frente.

-También te amo. Cómo no te imaginas- contestó en un susurro.

Sabía que todo esto estaba mal. Sabía que amar a la hermana de mi novia, 10 años menor, era lo peor que quizás podría estar haciendo. Pero ni los "te amo" ni mi nombre en labios de su hermana se escuchaban tan bien como en los de ella. Y la besé nuevamente.

María Zubieta ©

domingo, 27 de marzo de 2016

Con una mirada.

Iba vagando por las calles de la ciudad, pensando en todo lo que había sucedido en mi vida en los últimos meses.

Me quedaba claro que conoces mejor a las personas cuando te alejas de ellas. Inexplicablemente, ella había pasado de ser la persona más dulce a ser la persona más desagradable que había conocido en mi vida. Si bien no puedo considerar que el amor es una mierda, a mi no me había ido tan bien con el.

Continúe caminando, con la mirada baja y sin saber muy bien a donde dirigirme. Iba tan metida en mis pensamientos, que no me fijé que había alguien delante de mi. Sin poder evitarlo, chocamos.


En el choque se le había caído algo y me agaché para poder devolvérselo. Cuando levanté la mirada y ahí estaban, los ojos más hermosos que alguna vez vi en mi vida. Alcancé a susurrar un lo siento. Entonces me vio y me perdí en su mirada. Reaccioné y lo primero que vino a mi mente salió de mi boca.

-Te invito un café a modo de disculpa- le dije, esperando con ansias que su respuesta fuera positiva.

Sonrió, se tomó varios segundos para pensar la respuesta. "¿Quién crees que saldría con una persona desconocida?" me recriminé. Estaba tan metida en mis pensamientos, cuando de pronto escuché su voz, tan dulce que me quitó la respiración por un instante.

-Si, acepto tu invitación. Vamos por ese café- con una sonrisa que nunca en mi vida podré olvidar.

En ese momento supe que era especial, que no sabía si la había encontrado para bien o para mal, pero estaba segura que valía la pena arriesgarme a averiguarlo.

María Zubieta ©